Una Noche De Duendes

Siempre he creído en los duendes del beisbol.

Son invisibles, como son todos los duendes, pero perceptibles en la magia que desparraman entre las rayas de cal, dónde ocurre casi cualquier cosa…o está por ocurrir.

Siempre andan por ahí, convocados por una línea que parece inatrapable y se mete como sin querer en el Guante de Omar Vizquel, por ejemplo, o de Asdrúbal Cabrera, porque los duendes se antojan de tipos así, los envidian un poco, se sienten como unos Cyranos mientras los hombres de verdad ejecutan la magia.

¿Será así? – Que no venga nadie a aclararlo, por favor, que tengo evidencias de mi teoría.

Son muchas, millones, desde cuando no había registros y se jugaba en praderas informales. Lo saben quienes juegan caimaneras de sábado en la mañana,  los duendes del beisbol se aparecen en cualquier lugar… y es así como una curva se convierte en línea.

La noche del 2 julio de 1963, en el Candlestick Park de San Francisco, los duendes del beisbol hicieron de las suyas: Se dividieron en dos equipos y unos estaban del lado de los Gigantes de San Francisco y los otros con los Bravos de Milwaukee.

No era un juego normal desde el principio,  pues sería un duelo entre el legendario Warren Spahn, ya con 19 temporadas brillantes en las Mayores y el joven lanzador dominicano Juan Marichal, quién estaba en su tercer año en las Grandes Ligas y el año anterior había impresionado por el dominio que le permitió ganar 18 desafíos.

Dicen que hacía calor esa noche en San Francisco y que había 15,921 testigos afortunados de uno de los momentos más estelares de la historia del beisbol.

Quienes lo vieron aún cuentan emocionados que después del inning nueve, era claro que ninguno de los dos iba a salirse hasta que no cayera el último out. Ninguno quiso entregar la pelota, no voltearon al bullpen. Eran unos gladiadores.

Ambos dominaban y sacaban los ceros, fue así por 16 episodios. Los duendes quisieron ver todos los lanzamientos que existen y por momentos hubo pelotas que inventaron rutas nuevas para alejarse de los bates.

Los Gigantes eran Harvey Kuenn, Willie Mays, Willie Mc Covey, Felipe Alou, Orlando Cepeda, Ed Bailey, José Pagán, Ernie Bowman, Check Hilley y Juan Marichal. Además salió Jim davenport de bateador emergente, pero no pudo conectarla.

Los Bravos tenían en su line up inicial a Lee Maye, Frank Bolling, Hank Aaron, Eddi Mathews, Norm Larker, Mark Jones, Del Crandall, Roy Mc Millan y el “viejo” zurdo Warren Spahn. Mas tarde entró Denis Menke a defender la antesala por Mathews.

Hasta el inning 16 sólo se colgaron ceros en la pizarra del Parque Candlestick.

Dieciséis entradas completas trabajó el joven dominicano,  tiró 227 pelotas. Años después le hemos escuchado decir que le dijo al manager  Al Dark que mientras el “viejo” Spanh estuviera picheando, él seguiría…

El veterano zurdo sólo había otorgado una base por bolas y permitido 8 imparables que no sumaron nada hasta ese inning 16, con 200 lanzamientos, sobre todo pitcheos quebrados en varias velocidades,  cuando apareció uno de los favoritos de los duendes del beisbol, uno que vivió con ellos dentro de la batera y en el cuero de su guante, tal vez el único capaz de distraer, sólo por tener el mazo en sus manos, a los duendes de Spahn y así ocurrió, poco después de la media noche, cuando cesan algunos hechizos; Willie Mays tomó turno con un out.

Dicen que fue una “screwball” , ese pitcheo que parece que se desvanece sobre el plato, que la bola quedó alta, en la zona de poder de “Say Hey Kid”, quien, como sabemos, tenía como filosofía: “ellos lanzan, yo bateo; ellos batean, yo la atrapo”.

Esa noche los duendes volvieron a irse risueños, por 4 horas y 10 minutos estuvieron escribiendo una de las mejores historias que se han visto y contado, mientras todos estaban mudos viendo un magnífico combate que tenía como armas: rectas y serpentinas.